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La conquista del castillo de Alquézar
La importante fortaleza de Alquézar se alzaba sobre la misma peña en la que hoy tenemos la Colegiata de Santa María la Mayor, asomado a los abismos tallados por el turbulento río Vero.
La bandera con la media luna ondeaba en lo alto de cada torre. Este era un lugar estratégico y desde él, la guarnición de soldados sarracenos y su señor conseguían imponer su dominio en las tierras próximas. Eran los pobres campesinos cristianos de las aldeas cercanas quienes sufrían constantes abusos de poder, impuestos, etc.
Un día, el reyezuelo moro quiso satisfacer sus caprichos exigiendo a los cristianos que enviaran a la joven más bella de la región para formar parte de su harén. Los campesinos no tenían escapatoria, pues si no satisfacían los deseos del señor toda la familia de la chica moriría.
Un día antes de que finalizara el plazo, un grupo de lugareños se reunieron en secreto para pensar un plan de venganza. La cristiana tuvo una gran idea que consistía en recogerse sus largos cabellos negros y en su interior esconder una daga con la que dar muerte al moro, cortándole la cabeza. Seguidamente daría la señal a los cristianos para que atacar el castillo. El plan corrió como la pólvora por todas las aldeas y no cesaron los preparativos durante toda la noche.
Llegó el día señalado y la bellísima joven penetró en el alcázar donde fue muy bien recibida por los guardias y el rey, quien la acompañó a sus aposentos rebosantes de lujos y aromas. Comenzó una fiesta de bienvenida con una cena de exquisitos manjares y abundante vino de las fértiles vegas del Río Vero.
Todos bebieron mucho y cuando el jefe sarraceno se sintió agotado mandó que todos, menos la chica, abandonaran la estancia. Ella, con actitud serena y valerosa consiguió adormecer a su enemigo. Aprovechó ese momento para sacar la escondida daga y clavarla en su garganta hasta cortarle la cabeza. Seguidamente la cogió por el pelo y la sacó por la ventana. Esta era la señal que esperaban los cristianos para atacar por sorpresa. Salieron de sus escondrijos y todos al mismo tiempo avanzaron hacia el castillo. Los soldados musulmanes, confusos ante el ataque repentino, no supieron cómo reaccionar y desesperados tras conocer la muerte de su rey decidieron darse muerte de forma voluntaria, antes que morir en manos de los cristianos. Con pañuelos vendaron los ojos de sus caballos, se montaron en ellos y emprendieron el galope para precipitarse por el abismo en el que rugían las aguas del Vero. Es así como los cristianos se hicieron con el poder de la fortaleza que todavía hoy podemos admirar. También los escudos de varias casa del pueblo recuerdan esta historia.
Los más viejos del lugar dicen que en la noche de Difuntos pueden escucharse gritos en el barranco, bajo el castillo, y que proceden de las almas de aquellos moros que se tiraron al vacío con sus caballos.
Por Nacho Pardinilla: @radiquero
Esta es la historia que has contado versificada hace algunos años.
ROMANCE DE LA DONCELLA DE BUERA
Sobre los ruejos del puente,
a lomo de sus caballos,
Armados de cimitarras,
y lanzas en el costado,
Las huestes moras cabalgan,
Por la mañana temprano.
El rey de Alquezra los manda,
van a cazar un venado.
Unas cristianas de Güera,
en el río están lavando.
El rey moro las contempla,
y se siente encaprichado.
Se olvida de la partida,
y comenta a sus vasallos
Esa doncella garrida,
de los cabellos dorados,
La quiero para mi harén,
invitadla a mi palacio
Así el emisario habló:
Doncella con ojos claros
Mi rey y el tuyo desea,
a bien cenar convidaros
Tomareis ricos manjares,
los más preciados bocados
Si aceptáis la invitación,
tendréis hermosos regalos
Si la invitación negáis,
tu familia ha de pagarlo
Así habló la doncella:
Poderosos alquezranos
Caballeros del rey moro,
vuestro rey y mi tirano
Semejante invitación,
no es la primera que ha dado
A otras cristianas doncellas,
que más tarde ha abandonado,
Llenas de oprobio y vergüenza,
después de haberlas gozado.
Si la invitación acepto,
mi nombre se habrá trocado
En desdicha para todos,
en deshonor y calvario.
Libradme de esta desgracia,
¡oh! Caballero medrado
Así el sarraceno habló:
Sólo puedo aconsejaros
Que cumpláis lo que se os pide,
pues nuestro rey ha ordenado
Que si sus deseos negáis,
a cuchillo sean pasados
Tus parientes más queridos,
cómo ejemplo escarmentado.
Y a la fuerza se os someta,
lo que no queréis de grado.
Con fiereza dan la vuelta,
y se alejan galopando
Dejando una niña rota,
una moza sollozando
Las cristianas lavanderas,
le acompañan en su llanto
Y mientras suben a Güera,
con la ropa en los canastos
Canastos en la cabeza,
la cabeza cavilando
La niña de Pablatorre,
en mujer se va tornando.
No bien llegadas a Güera,
un plan ha determinado
Que mata al moro,lo mata,
que muere al moro matando
Que de esta guisa se salva,
no sólo el pueblo aldeano
Su honor se salva primero,
y zaguero son salvados
El honor de tantas otras,
que apeteciera el tirano.
Todas las almas de Güera,
se indignan y hacen quebranto
Los de Mur levantan puños,
Ayerbes gritos y llantos
Los de Grasa y los de Moncho
Junto a Callizos y Calvos
Gimiendo y amenazando
Los de Cuello y Franchocuello
Con Betozes renegando
Lloran los de Subías
Castillones y Palacios
Perallones, Gramiseles
Los de Puches y otros tantos
Todas las gentes de Güera,
Nombrados y no nombrados
A voz en cuello reclaman
la caída del tirano.
La de Pablatorre habla,
y le dice a sus paisanos
Esta noche ha de pasar,
que ese sátiro pagano
Confiado en su bravura,
ponga su vida en mis manos
Y soy más brava que él,
tan brava como un jabato
Sólo me falta tener,
el arma que ha de matarlo
El pueblo de Güera habla,
mirad lo que han acordado
Si tú niña has de matar,
con tus manos al tirano
Nosotros acabaremos,
con todos los sus vasallos
De Güera a San Pelegrín,
reuniremos los cristianos
De Raiquero a Adagüesca,
todos con armas en mano
En Colungo, Asque y Güerta
Y en todos los aledaños
Presentaremos batalla,
al infiel y sus caballos
Con nuestras armas del pueblo,
forcas, jadicos y palos
Enfrentaremos valor,
a los lanceros paganos
Venceremos al rey moro,
que nos domina de antaño
Los de Güera eso dijeron,
y marcharon por los campos
Alertando a los demás,
de los lugares cercanos.
María de Pablatorre,
a otra María ha avisado
Mujer de ricos recursos,
con las hierbas y las manos
Es partera y curandera,
mujer de consejo sabio
Así la doncella habló:
preciso de un vino rancio
Querida tía María,
con hierbas envenenado
Para que lleve la muerte,
al rey moro tan odiado.
Así habló la de Colás,
con cariño y con cuidado
Tal cosa no te daré,
que el rey moro es avisado
Y antes de tomar la cena,
sus siervos ya la han probado
Y si envenenada fuese,
matarías un cristiano
Y el Rey Moro reiría,
obligándote a tomarlo.
La adormidera es la flor,
que puesta en el vino rancio
Un trago no tiene nada,
muchos, sopor solapado.
Hazle beber esta noche,
de tu vino regalado
Y cuando en sus aposentos,
con cariños y arrumacos
A la usanza mora peines,
sus cabellos enredados
No dudes que dormirá,
por el ababol tocado.
Será niña tu ocasión,
de cumplir lo encomendado.
Sienta María a la niña,
y con avezadas manos
Los rubios cabellos peina,
con primoroso tocado
Dentro del moño ha escondido,
un corte muy afilado.
El padre de la niña habla,
Está triste y angustiado
Eres valiente zagala,
pero ten mucho cuidado.
Una luceta en la falsa,
se verá desde el serrallo.
No olvides que es la señal,
que indica se han consumado
Los preparativos previos,
de los cristianos soldados
Muévete con tiento hija,
Lucero del Semontano
Orgullo de tu raza eres,
de tu padre bien preciado.
La zagala valiente habla:
padre no tengas cuidado
Si he de morir esta noche,
habré de morir matando.
Y habré de dejar señal,
de que se ha cumplido el pacto.
¡Pero las horas se pasan,
y el tiempo se va acercando!
¡Que de romero y espliego,
bañen mi cuerpo serrano!
¡Que las mozas me engalanen,
con los más bonitos paños!
¡Que perfumen mis cabellos,
con los perfumes más caros!
Como si una novia fuese,
a seducir a su amado
Quiero estar bella, muy bella,
deslumbrar en el serrallo.
Y enjaecéis de gran fiesta,
a la yegua del establo.
Montada en su blanca yegua,
la niña parte volando
Bajando el monte de Güera,
entre jazmines y nardos
Como una fada del bosque,
llena de gracia y encanto
Los colores le han subido,
el río Vero cruzando
Ya siente cerca el peligro,
pero quiere no pensarlo.
Ya sube el monte de Alquezra,
mas no ha reducido el paso
Es su yegua vigorosa,
el peso de ella liviano
En la puerta del Alcazar,
el sarraceno admirado
Deja pasar a la moza,
sin tener otro cuidado.
El Rey moro seducido,
de su belleza prendado
Los regalos de la dama,
los recibe alborozado.
La dulce dama le dice:
¡oh! Mi señor admirado
De la huerta de mi padre,
son estos higos tempranos
De las viñas de mi casa,
te ofrezco este vino rancio
De la leche de mis cabras,
este queso tan curado
Y de los montes de Güera,
mis abejas fabricaron
Esta miel, miel sobre hojuelas,
que entrego a mi soberano.
El rey moro le contesta,
por la dama arrebatado:
A tu padre y a tu casa,
he de colmar de regalos
Pues el regalo mayor,
en tu persona me han dado.
Un banquete nos espera,
que ya os tengo preparado
Dátiles y frutas varias,
que provienen de Damasco
Viandas y extrañas especias,
de los países lejanos
Argel, Siria y Bagdad,
brillarán en nuestros platos
Y tendremos carne fresca,
de ciervos del Semontano
Y los vinos de la tierra,
regalarán nuestros vasos
Y las hetairas de Cádiz,
con sus danzas y sus cantos
Embriagarán los sentidos,
de todos los convidados.
Y tu, mi deseada dama,
presidirás con tu encanto
Mi corazón y mi lecho,
y a todos nuestros vasallos
Que he de convertirte en reina,
de todos los alquezranos
Cuando la fiesta termina,
de viandas y vinos hartos
Cuando las danzarinas,
agasajan invitados
Y a la doncella de Güera,
le brillan sus ojos claros
Está el Rey enfebrecido,
ante tamaños encantos
Quiere llevarla a su lecho,
y con impaciente mano
Conduce a sus aposentos,
a la hija del güerano
Dócil se muestra la niña,
con seducción y arrebato
Y cómo avisada está,
de lo que al Rey, le es más grato
Va a perfumar sus cabellos,
y a continuación peinarlos
La suavidad de la dama,
los perfumes de Damasco
Las especias de Bagdad,
los vinos del Semontano
La amapola de la vieja,
en la alcoba relajado
Cubren con manto de sueño,
los ojos del soberano
La dama de Güera mira,
al dormido enamorado
Lo mira con gentileza,
casi lo encuentra guapo
La dama de Güera mira,
la señal de que han entrado
Los cristianos en Alquezra,
y rodean el palacio
Y con mucha gentileza,
saca el ultimo regalo
Que en el moño escondido,
para el rey ha reservado.
Y con gentileza mucha,
La garganta ha cercenado
Con mucha, mucha fineza,
del tirano enamorado
Mientras la turba observa,
los balcones del serrallo
Aparece en una almena,
un pañuelo ensangrentado
La brava dama de Güera,
se coloca a buen recaudo
Con los gritos de las gentes,
y relinchos de caballos
Se despiertan caballeros,
y berberiscos soldados
Con la muerte de su rey,
y de cristianos cercados
Su vida no vale nada,
han quedado deshonrados
Visten sus mejores galas,
de caballeros armados
Con los pertrechos de guerra,
y montando en sus caballos
De las bestias ciegan ojos,
con vendajes apropiados
Por la muralla que da,
del Vero al alto barranco
Con monturas y sus armas,
se precipitan abajo.
dejando rastro de sangre
los caballos despeñados
sobre la escaparda roca,
como testigos marcando
para siglos venideros
el final de los tiranos.
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«Este es el viejo romance
De la Doncella de Buera.
Que de semejante trance
Y con temple aragonés.
Pudo vencer al infiel
Y salir como doncella.»