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El mito de las abuelas de Sevil

Al norte de Radiquero y en plena Sierra de Sevil, entre los cañones de Balcés y del Vero, se encuentra el Mesón de Sevil, única construcción que queda de un antiguo poblado ya desaparecido. Constituye un extraordinario mirador de todo el Somontano y Hoya de Huesca.

Pero el poblado de Sevil no fue el único que desapareció. Muy próximo a él existía otro con el nombre de Los Santos, así como la pequeña aldea de Las Casas, en el que todavía se conservan restos, destacando los de la iglesia parroquial (portada, parte los muros y un esbelto arco apuntado).

Pues bien, la leyenda dice que en tiempos inmemoriales vivía en Las Casas una reducida población a la que le azotó la peste, al igual que al resto de poblados ya mencionados. Todos murieron, excepto dos abuelas, que atemorizadas ante tan dramático acontecimiento decidieron bajar a los pueblos más cercanos como San Pelegrín, Radiquero, Alberuela de Laliena, … Pero en ninguno de ellos encontraron cobijo y atenciones, pues a sus habitantes les atemorizaba la idea de verse afectados por esa enfermadad exterminadora. Sólo les quedaba dirigirse a Adahuesca, donde sí las acogieron, ya que existía fuera de sus murallas un hospital. Como agradecimiento a tales atenciones, las abuelas donaron a esta villa toda la Sierra de Sevil puesto que ellas fueron las dos únicas supervivientes. También pidieron que a cambio de tales favores, fueran enterradas en Crucelos, a donde todas los años acude el pueblo de Adahuesca en romería para rezar por sus almas. Esto se sigue haciendo cada 20 de mayo. También dejaron dicho que se debía repartir torta y vino entre los feligreses tras finalizar las oraciones. Por último desearon que un día al año debería repartirse peras entre los niños del pueblo, y se sigue haciendo cada 26 de julio, fesividad de Santa Ana, en la llamada Corrida de las Peras. La chiquillería corre por la plaza persiguiendo las peras bendecidas que ruedan por el suelo.

Ya sea realidad o leyenda, lo cierto es que Adahuesca sigue atesorando una tradición ancestral, orgullo también para todos los somontaneses.

Algunos antropólogos quieren relacionar la figura de las abuelas con la personificción de la fertilidad del campo y poder de las cosechas, Con ellas se cierra un ciclo, ya que heredan las propiedades de un pueblo que ha muerto y es necesaria esa muerte para que los supervivientes se beneficien.

Hoy sigue siendo una leyenda viva que ha dado lugar a una festividad local muy importante. Como se ha dicho, el 20 de mayo va todo el pueblo en procesión y con una gran bandera a Crucelos, situado a unos dos Kilómetros de Adahuesca. Éste es un punto estratégico (cruce de caminos), situado junto a la cabañera y punto de unión de tres términos municipales (Adahuesca, Alberuela y Abiego). Cuando la gente llega a este lugar comienzan los rezos y una vez finalizados puede verse como todos los asistentes cogen una piedra para lanzarla seguidamente y con todas sus fuerzas sobre el montón de guijarros, que señala el lugar donde la tradición dice que descansan las dos abuelas. Después se repartirán las prometidas tortas así como el vino y como despedida se hace la cortesía de la bandera, manejada con gran maestría.

Algunos quieren buscar un significado al hecho de lanzar las piedras y consideran que puede ser un modo de fijar el alma de los muertos en el suelo para que permanezca provisionalmente cerca de los vivos, que consiguen de este modo beneficios, como el mantenimiento de la fertilidad del suelo, asegurando sus cosechas.

También podemos suponer que Crucelos fue un cementerio para casos de muertes masivas, como una peste, muy frecuentes entre los siglos XIV y XVII. Esta situación obligó a que los enterramientos se hicieran en lugares alejados de los nucleos urbanos y mejor en los límites de términos evitando así conflictos.

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