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El carnaval en el Somontano
Por el Grupo de Estudios de Salas Altas
Los Carnavales son las fiestas de invierno más importantes. Comenzaban el domingo de Cuaresma (aunque el jueves lardero marcaba el inicio) y terminaban el miércoles de ceniza. Representaban el renacer del ciclo vital de la naturaleza, materializado en los disfraces. La fiesta en si misma, suponía la subversión de la normalidad: el disfraz, el cambio de papeles, la liberación sexual, las comilonas, la crítica política y social eran componentes fundamentales de esta celebración.
Prohibidos en 1939, en Salas Altas se celebraban unos carnavales peculiares. Participaba todo el pueblo y los días grandes de la fiesta eran el domingo, el lunes y el martes. Nadie en el pueblo trabajaba esos días y la organización corría a cargo de las cuadrillas que apalabraban la música para toda la fiesta. Ros Cariños o Reyes del Carnaval tomaban las calles. Eran dos muñecos (uno por cada sexo) rellenos de paja que presidían todos los actos y que se transportaban en un cañizo. Su condición de reyes burlescos se incrementaba con explícitas referencias sexuales. Ro cariño tenía un gran pene y ra cariña tenía su sexo manchado simulando una menstruación. Les hacían unirse, les manteaban y el martes de carnaval les quemaban en una hoguera en ra Peñeta o en la Plaza, tras pasearlos en procesión en medio de rezos irreverentes. Esta singular procesión era encabezada por un cura y sus monaguillos en clara mofa al estamento eclesiástico. Los cariños eran una burla del poder y una incitación al gozo sexual.
La ronda acompañaba a los Cariños mientras recorrían el pueblo y hasta que su «reinado» acababa entre las llamas.
Capotes, ensabanaus con l’onso, potraires, mascaretas, sembradores,… entraban en casas y bodegas. Daban buena cuenta de la conserva del cerdo, de las chullas, longanizas, abadejos, pucheros, … esculaban toneles y cubas de vino. De noche, todos los disfrazados se juntaban en el salón donde bailaban al son de un organillo sin saber que, su pareja podía bien ser un hombre de su cuadrilla vestido de mujer. Finalizado el baile, aún rondaban por las casas buscando vecinos deseosos de continuar la fiesta.
Sembradors
Son un símbolo de la fertilidad que aparece en otros lugares como Ansó, Siresa, Borja o en el Pirineo catalán. Era un grupo de personajes numeroso que arrancaba buen número de carcajadas entre los espectadores. Dos de los sembradores iban yugados (se protegían con mandiles) mientras un tercero tiraba del arado. Simulaban estar labrando la tierra y tras ellos otros sembradores, esparcían ceniza como si de una siembra se tratara. Conseguían también ensuciar a los asistentes que previamente ya habían sido mojados por ro capote.
Ro capote
Representa la ocultación de la personalidad para así tener libertad y poder hacer tropelías y actos que en otras épocas, estaban prohibidos. Iban vestidos con una larga capa del siglo XIX que les cubría enteros, una careta de cartón y una charinga (especie de jeringuilla hecha de cañas y cáñamo con la que los capotes remojaban a los vecinos). Se cubrían el pelo con un gorro. En los años 20 se añadió la sulfatadera con la que ro capote podía disponer de más agua. Ros capotes entraban con total libertad en las casas, se hartaban de comida, de bebida y los dueños no podían echarles.
El cambio de sexo
El cambio de personalidad a través del disfraz permite realizar todo tipo de tropelías de forma impune. El más conocido era la inversión sexual (no olvidemos que atentaba contra el sexto mandamiento). Las mujeres se vestían con ropas de hombres y viceversa, dándose situaciones cómicas. Era un disfraz económico y de fácil elaboración. Además, se cambiaban los gestos, la forma de caminar y la de hablar. En algunas ocasiones, el cambio estaba tan logrado que hasta el final del baile no sabía quién era realmente la pareja de baile.